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La economía circular ya no es una alternativa, sino un pilar estratégico esencial en un mundo marcado por la incertidumbre, la fragmentación y la disrupción tecnológica. Su implementación efectiva exige pensamiento estratégico más allá de una conjunto de acciones. Solo así será posible generar valor económico, social y ambiental sostenido, y construir una prosperidad que respete los límites planetarios. 

Economía Circular: Pilar Estratégico en un Mundo Incierto, Complejo y Dinámico 

Un Entorno Global en Transformación

El Global Risks Report 2025 del Foro Económico Mundial (FEM) revela un panorama global cada vez más fragmentado, caracterizado por crecientes desafíos geopolíticos, ambientales, sociales y tecnológicos que amenazan la estabilidad y el progreso. Según la Encuesta de Percepción de Riesgos Globales 2024-2025, que recopila las opiniones de más de 900 expertos en todo el mundo, el conflicto armado entre Estados es identificado como el principal riesgo actual por el 23 % de los encuestados. Le siguen los eventos climáticos extremos (14 %) y la confrontación geoeconómica (8 %) (Reuters).

Además, el informe destaca una creciente fragmentación social, donde la desigualdad económica se percibe como el riesgo más interconectado, exacerbando otras amenazas y debilitando la cohesión social. Este entorno volátil y complejo requiere que las empresas adopten estrategias resilientes y sostenibles para navegar con éxito en el futuro.

Si bien los riesgos asociados a los efectos climáticos en el corto plazo no son la primera preocupación, sí lo son en el espectro de mediano y largo plazo, confirmando una tendencia de varios años de medición del FEM. En este contexto, la búsqueda de soluciones que permitan pasar del diagnóstico a la acción ha instalado a la economía circular como un camino ineludible para los próximos años.

La Economía Circular como Respuesta Estratégica

La economía circular ofrece un modelo que prioriza la eficiencia en el uso de recursos, la reducción de residuos y la regeneración de sistemas naturales-sociales, junto con otros beneficios que han ido ampliando sus impactos positivos. Su implementación requiere una mirada estratégica multinivel, donde las acciones se orienten a generar valor económico, social y medioambiental. Quizá este sea el verdadero elefante en la habitación: tenemos dificultades para asumir que podemos tener cientos de acciones a nivel de empresas, gobiernos, academia y sociedad civil, pero que su impacto será reducido sin pensamiento estratégico.

Esto no es ciencia de cohetes; existen décadas de práctica y teoría respecto de la importancia de la estrategia, a la cual podemos recurrir para responder algunas simples preguntas: ¿Qué resultados estratégicos estamos buscando?, ¿con qué recursos y capacidades lo lograremos? y ¿cómo lo implementaremos? Hasta la fecha, parece que la carreta está por delante de los caballos.

Por ejemplo, el Circularity Gap Report 2025 advierte que la tasa de circularidad global ha disminuido a 6,9 %, evidenciando la necesidad urgente de adoptar modelos circulares que reduzcan la dependencia de recursos vírgenes y mitiguen los impactos ambientales. Pero Gabriel García Márquez nos diría que es la crónica de una muerte anunciada; desde el inicio de la medición solo se observa una tendencia descendente.

Año

Tasa de Circularidad

2018

9,1 %

2019

9,0 %

2020

8,6 %

2021

8,6 %

2022

8,6 %

2023

7,2 %

2024

7,2 %

2025

6,9 %

Fuente: Circle Economy

 

Si bien implementar prácticas circulares permite a las empresas no solo reducir su huella ambiental, estas requieren estar insertas en un marco estratégico superior que permita establecer cómo se genera, entrega y captura valor económico y social con todas las partes interesadas. En un mundo cada vez más complejo, la circularidad puede ser un lujo innecesario si no se comprende como un pilar de la competitividad económica a nivel macroeconómico y microeconómico.

 

Innovación y Tecnología al Servicio de la Circularidad

Por otra parte, debemos comprender que la economía circular no es impermeable a otros procesos. Uno de los caminos más peligrosos es que la circularidad se transforme en un silo de conocimiento, donde un grupo de personas e instituciones parece tener el monopolio de esta, sin comprender que existen otros procesos globales en marcha que representan una oportunidad para desplegar todo el potencial circular en el planeta.

La integración de tecnologías avanzadas, como agentes de inteligencia artificial (IA), está transformando las operaciones industriales. Según el informe Frontier Technologies in Industrial Operations: The Rise of Artificial Intelligence Agents, estos agentes permiten operaciones casi autónomas, mejorando la eficiencia y reduciendo costos. Esta automatización facilita la implementación de prácticas circulares al optimizar el uso de recursos y minimizar desperdicios.

Además, el informe Navigating the AI Frontier: A Primer on the Evolution and Impact of AI Agents destaca que los agentes de IA pueden adaptarse a entornos dinámicos, aprendiendo y actuando de manera autónoma, lo que es crucial para gestionar cadenas de suministro circulares y resilientes. Estas tecnologías permiten a las empresas anticipar cambios en la demanda, gestionar inventarios de manera más eficiente y reducir el desperdicio de productos.

A lo anterior podemos sumar los avances en ciencias de materiales, que permiten lograr lo que hace solo 10 o 15 años era considerado casi imposible en la producción: reemplazar materias primas que, cumpliendo las mismas exigencias de calidad, permitan su reutilización, remanufactura y reciclaje al final del ciclo de vida. Un excelente ejemplo es el desarrollo de lightweight materials, que revoluciona algunas industrias.

Las palabras de Klaus Schwab siguen teniendo un profundo sentido en el contexto actual: “La pregunta para todas las industrias y empresas, sin excepción, ya no es ¿Me van a afectar?, sino ¿Cuándo llegará la disrupción, qué forma adoptará y cómo me afectará a mí y a mi organización?”.

Políticas Públicas y la Transición hacia una Bioeconomía

Una mención especial merece la bioeconomía en su relación con la economía circular, ya que potencia los resultados en el ámbito de los ciclos biológicos de producción. El informe Accelerating the Global Transition to a Bio-based Economy: The Strategic Role of Policy subraya la importancia de políticas públicas que fomenten la innovación en biotecnología, energía y agricultura. Estas políticas son esenciales para impulsar una economía basada en recursos renovables, reduciendo la dependencia de combustibles fósiles y promoviendo prácticas sostenibles.

La bioeconomía ofrece oportunidades significativas para las empresas, incluyendo el desarrollo de nuevos productos y servicios, la creación de empleos verdes y la mejora de la resiliencia frente a crisis climáticas. La FAO, en su informe Aspirational Principles and Criteria for a Sustainable Bioeconomy, destaca que la bioeconomía permite “utilizar los recursos biológicos de forma más eficiente, reduciendo la dependencia de recursos fósiles” y mejorando la seguridad alimentaria y energética (FAO, 2021). Un ejemplo clave es el uso de residuos agrícolas para producir biogás o biofertilizantes, integrando cadenas productivas en entornos rurales.

El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en La bioeconomía de América Latina y el Caribe en la Global Bioeconomy Summit 2020, subrayó casos como el de Colombia, donde se ha desarrollado un programa nacional para convertir residuos forestales y agrícolas en bioplásticos y bioinsumos, generando empleo rural y reduciendo la contaminación. Esto se alinea directamente con los principios de la economía circular, al cerrar ciclos de materiales y fomentar el valor agregado local.

La ONU, a través de su informe de bioeconomía y ODS, afirma que una bioeconomía bien orientada puede “reducir emisiones, regenerar ecosistemas y fortalecer comunidades locales” (UNCTAD, 2020). En conexión con la economía circular, la bioeconomía circular propone un modelo productivo basado en biomasa renovable, reutilización de subproductos y reducción del desperdicio, creando sistemas que imitan los ciclos de la naturaleza. Esto convierte a la bioeconomía no solo en una oportunidad económica, sino también en una estrategia regenerativa clave frente a la crisis ambiental.

Implicaciones para las Economías en Desarrollo

En particular, los países en desarrollo enfrentan desafíos crecientes. Al desafío permanente de lograr un crecimiento económico sostenido, con aumento del ingreso per cápita, se suma la necesidad de alcanzarlo con mayor equidad social y una firme protección del medio ambiente, especialmente en regiones como América Latina, que alberga cerca del 60 % de la biodiversidad del planeta.

Sin embargo, para avanzar en una economía circular efectiva, es fundamental evitar dos tentaciones peligrosas:

  • Avanzar sin estrategias.

Impulsar acciones sin marcos estratégicos claros, tanto a nivel empresarial como de política pública, implica sacrificar competitividad a cambio de una filantropía ambiental que, a la larga, resultará insostenible. Como bien sabe cualquier empresario o empresaria, si la economía circular no contribuye a los resultados económicos, pierde sentido invertir en ella. En tales casos, los recurrentes “proyectos piloto de circularidad” terminarán siendo los primeros en cancelarse ante cualquier necesidad de reducción de costos.

Esta lógica se aplica también al ámbito público. Como afirman Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson —Premios Nobel de Economía 2024—, la institucionalidad es la base del crecimiento económico y la prosperidad. Parte esencial de dicha institucionalidad es la existencia de estrategias, expresadas en planes y programas robustos. En muchos países en desarrollo persiste una tendencia a diseñar políticas públicas sin un enfoque estratégico, con presupuestos insuficientes en relación con la magnitud del discurso, con debilidades en la implementación y, de manera preocupante, cargadas de ideología desligada de una realidad que continúa exigiendo respuestas concretas.

  • Ir más allá de la circularidad superficial.

Dos procesos ilustran claramente estos desafíos:

Primero, la economía circular debe integrarse de manera transversal en las empresas y no limitarse al ámbito de los departamentos de medio ambiente. Si se restringe a este espacio, corre el riesgo de reducirse al simple cumplimiento normativo y al reciclaje, actividades que muchas empresas ya realizan con eficiencia, sin que ello implique un verdadero cambio estratégico.

Segundo, es necesario conectar la economía circular con las tendencias globales de transformación. Tecnologías como la robótica, la inteligencia artificial, los nuevos materiales, así como factores como la geopolítica y los cambios en los patrones de consumo, son insumos estratégicos que deben considerarse al momento de diseñar e implementar políticas o modelos de negocio circulares. Ignorar este contexto equivale a planificar de espaldas al futuro.

Reflexión Final

La economía circular ha dejado de ser una opción marginal para convertirse en un imperativo estratégico frente a la convergencia de crisis que configuran el siglo XXI. En un entorno caracterizado por la incertidumbre, la disrupción tecnológica y la presión sobre los límites planetarios, avanzar hacia modelos productivos circulares exige mucho más que buenas intenciones: requiere dirección, institucionalidad, visión de largo plazo y alineamiento sistémico.

No basta con multiplicar iniciativas dispersas ni con promover acciones fragmentadas bajo el paraguas de la sostenibilidad. Es momento de asumir que solo una economía circular estratégicamente concebida —integrada a la bioeconomía, apalancada por la innovación tecnológica y respaldada por políticas públicas consistentes— podrá ofrecer una respuesta estructural al desafío de construir prosperidad dentro de los límites del planeta. Si la economía lineal fue el modelo de la abundancia desregulada, la economía circular debe ser el modelo de la inteligencia colectiva.

El tiempo para la experimentación sin rumbo ha terminado. Las herramientas están disponibles, el conocimiento ha madurado y los riesgos de la inacción son evidentes. La pregunta ya no es si debemos avanzar hacia la economía circular, sino cómo lo haremos con escala, coherencia y urgencia. El futuro no será circular por decreto, pero sí puede serlo por estrategia.

Andreé Henríquez A
Director Ejecutivo
Ambidextro, Economía Circular